Para pulir piedras, se requiere un abrasivo adaptable debido a la variación en la dureza y textura de las piedras. Las piedras más suaves, como los mármoles, pueden pulirse con una mezcla de abrasivos finos como óxido de aluminio o pastas de diamante. Estos abrasivos se aplican en etapas, comenzando con granos gruesos para dar forma inicial, seguidos de granos de alta pulida para el pulido final. Las piedras más duras, como el granito, requieren abrasivos más resistentes como almohadillas impregnadas de diamante. Pulir mejora aún más la apariencia de una piedra, pero también aumenta su resistencia a las manchas y desgaste, haciéndola más útil en la construcción y arquitectura decorativa.